Beto

big mouth small phone, originalmente cargada por mcasteel.
Si alguien me hubiera preguntado, con toda certeza hubiera respondido que de mi amigo imaginario sólo recordaba el color azul y las sílabas desordenadas de su nombre: ¿Obet?, ¿Tobe?.
Dos décadas después de la última vez que jugamos juntos, me lo encontré en una plaza en Bogotá, estaba sentado en posición de loto, recostado al pie de un árbol, vendiendo caramelos, cigarrillos y encendedores, metódicamente organizados en un envase plástico de diversos compartimientos.
- Un cigarrillo por favor – dije mirándole desde arriba, extendiendo mi mano con el dinero.
- ¡Claro!- me respondió carismático, pero sin dejar de organizar los caramelos.
Coloqué el delgado cuerpecito de nicotina entre mis labios, incliné mi cabeza, lo protegí de la brisa fría y le dí unas pinceladas de fuego con el encendedor. Imité a mi proveedor y me senté en la grama mirando a unos chicos que jugaban fútbol a lo lejos.
- ¿De dónde es ese acento? – preguntó mientras le daba el cambio a algún sediento de humo.
- De Venezuela – le respondí sonriendo, incrédula de que no supiera la respuesta. Me sentí observada así que solté una bocanada y me viré para mirarlo, para mi sorpresa, me topé con el azul, tan familiar de sus ojos.
El ajustó su mirada como si cerrara el diafragma de una cámara. Nos reconocimos. Reímos sin decir nada.
- ¿Qué haces aquí?- le pregunté.
- Estudio sociología y trabajo- dijo extendiendo sus manos sobre su envase plástico como si terminara un acto de magia. Luego hubo un silencio. Parecía un poco resentido porque lo había borrado de mi mente hace tantos años.
- ¿Estás molesto por algo?- indagué.
El sonrió y me dijo:
- No, sólo pasó y creo que fue mutuo.
- ¡Beto! – recordé su nombre y repliqué - No fue mutuo, ahora que recuerdo, tu no me visitaste más.
El se encogió de hombros por un momento:
- ¿Qué vas a hacer esta tarde?
Mi viejo amigo, se levantó y para mi sorpresa era un palmo más pequeño que yo, aunque antes me parecía más alto, se abrigaba con una chaqueta de cuero negro que contrastaba con su largo cabello rubio ensortijado y recogido con una raída liga de tela.
Lo seguí, llegamos hasta el Chorro de Quevedo, un lugar en el centro donde habían unos hombres hechos de un material sólido, los señaló:
- Es un monumento a los locos e indigentes de alguna época de esta ciudad – y agregó- si te portas bien te harán uno junto a ellos- soltó una carcajada y como en los viejos tiempos, lo golpeé en el estómago, dio un quejido y se inclinó, miró una de las callecitas y me tomó de la muñeca.
- ¡Ven! -
Caminamos por una de esas angostas calles, cuidadosamente cubiertas con alfombras de piedras, con ventanas donde a veces se asoma un perro, bien resguardadas por barrotes que expiden un olor a sudor, óxido y cerveza. Calles rodeadas de paredes gruesas y antiguas; entramos a un bar por una puerta alta de madera.
Ya en el segundo piso, mirando por la ventana a la gente pasar y tomando una cerveza, Beto arregló un porro. Noté que de la parte de atrás de su cabello salía una rasta, un pedazo de cabello tan enredado que había quedado unido en un listón.
- ¿Por qué tienes sólo una?- pregunté mientras la examinaba en mi mano.
- Tenía una pequeña amiga en el Cartucho y yo generalmente dormía en una plaza que quedaba cerca de su casa –
- ¿Qué es el Cartucho?_
- Era un lugar muy peligroso, yo dormía en una plaza y me hice amigo de algunos borrachines, drogadictos y otros especímenes que también pernoctaban allí… digamos –decía mientras terminaba su labor artesanal- que me involucré bastante. Hasta el punto que ya ni me bañaba, ni me peinaba, sumado a que además dormía en el suelo con ellos, y así nació esta pequeña- sonreía mientras sostenía su rubio grumo de pelos.
- ¿Y tu amiga?- pregunté. El suspiró.
- No sobrevivió, así que ya no regresé a ese lugar.
Las yemas de mis dedos se humedecían mientras acariciaban la etiqueta de la cerveza y mis ojos imaginaban el rostro de aquella niña en el reflejo de la botella.
- ¿Ves eso en la esquina?-interrumpió entusiasta mi meditación- es un cineclub, ¿vamos?
La señora de la taquilla del cine, quizás no alcanzaba a ver a mi amigo por su estatura, así que me preguntó nuevamente:
- ¿Dos?, porque ya va a empezar la película.
Cuando entramos, la sala estaba repleta, de modo que nos vimos obligados a sentarnos en la primera fila, bien cerca de Chaplin interpretando a El gran Dictador y aunque tuve que mantener el cuello y la cabeza hacia atrás, más en posición de astronauta que de espectadora de cine, disfrutamos mucho, tanto que podría decir que fue la película más divertida que he visto en toda mi vida.
La noche empezó a caer y el frío se hacía cruel, tomamos un café, un tinto. Hablamos de lo mucho que nos habíamos divertido, tal como en la infancia, cuando jugábamos con los creyones de cera y en algunos casos nos los comíamos.
- Mañana regreso a Venezuela-
- ¿Tienes un esfero?-
Revisé entre mis cosas, encontré un bolígrafo de tinta roja. El sacó un pequeño libro de Alvaro Mutis y escribió en la última página, grande y claro un número telefónico.
- No te vayas sin despedirte- me dijo y me abrazó.
Subí a un autobús y apretada entre la gente, me alejé mientras mi sonrisa y mi alma dejaban escapar los colores en un suspiro.
Al día siguiente, llegué a uno de esos centros de llamada, con pequeñas cabinas territorializadas por las firmas de un montón de quinceañeros. Marqué los números rojos y me contestó un hombre:
- ¿Beto?
- No, está equivocado – dijo algo hostil.
- ¿Ahí no vive o vivía Beto?- insistí.
- Ni Beto, ni Alberto, vivo yo solo y ni usted ni nadie me harán creer lo contrario- dijo audiblemente molesto- aquí no vive ningún Beto, !Beto no existe, no existe, no existe!
- Disculpe señor, no quise molestarlo.
El empezó a rezongar y colgó el teléfono. Coloqué el auricular en su sitio , lentamente mis dedos se desprendieron de él. Sonreí, guardé el libro en mi bolso y salí de la cabina.
©2008
Comentarios
Un abrazo, Daniel.
Besos Lili, sigue escribiendo
Que bueno que hayas disfrutado del relato... ademas es algo que ocurre en tu hermosa y m'agica ciudad ;) a la que vamos a dejar libre de corrupci'on :D
Un besito daniel ... que estes bien,seguimos en contacto y muuucho exito!
Maru> Jajajajaja, pues no te creas que no lo habia pensado, pero dije, no que va, esa historia da para sacar no otro cuento sino una novela jajajajaj es mas una teleserie... ademas que no podre olvidar esa hermosa y cruel metafora "mi dignidad llego hasta ese trago de vacardi"... Gracias por escribirme jiji un besito estamos hablando profe
Besos...
Se te quiere
p.s. Daniel es tu amigo imaginario?
2. O es el amigo imaginario del amigo que alguna vez soñó Borges, o resulta que ambos son un sueño?
David
Buen ralto, mantienes la atención del lector hasta el fin.
PD: me guataba mas tu otra foto del perfil... jajajaja..
Un abrazo!!!