Los objetos aburridos

No los culpo, si yo fuera uno de ellos quizás haría lo mismo. Los objetos, te hacen creer que son objetos, sin vida, que no pueden hacer nada a menos que tú así lo decidas y esa es precisamente la fuente de su diversión. Es un trabajo que lleva años, desde que eres un bebé, aprendes a caminar, a comer con la cucharita, a tomar agua en un vaso, hasta que aprendes que los objetos son elementos inanimados que forman parte de tu mundo y son “usados” por nosotros “los seres pensantes”. Pero muchas veces sumidos en su más profundo aburrimiento, a los objetos se les ocurren ideas con el único fin de divertirse.

Después de darme una ducha, abrí el espejo que hace de puerta del pequeño gabinete en el baño. Mi desodorante no estaba y aquí empezó la diversión. Podía sentir que los perfumes y lociones miraban mi estúpida expresión tratando de recordar dónde había yo dejado el desodorante, ellos cómplices, sabían que yo no lo había cambiado de sitio, que él se había ido. Revisé sobre el lavamanos, quité la ropa que había dejado sobre un mueble, pero fue inútil. Me detuve a pensar, a memorizar mis movimientos, a dramatizar todo lo que hice antes de ducharme en un infructuoso intento por recordar. ¿Recordar algo que no había pasado? Con mi naríz examiné varias veces mis axilas, buscando identificar el olor del desodorante, “¿ya la usé y no lo recuerdo?”, pero no.

“No puedo dejar de usar desodorante”, pensé. En medio de las lociones había un desodorante que compre de emergencia una vez, pero hay dos claras razones por las cuales no deseaba aplicarlo bajo mis brazos: la primera es que no me gusta el olor, ni la sensación que deja y la segunda es que me rehúso a caer en el juego de cambiar mi destino porque un desodorante rebelde no aparece, no voy a ceder a sensibilizar un sistema caótico, generando un efecto mariposa. Todos los días uso el mismo desodorante, usar este otro, es una decisión realmente seria, pues estamos hablando de una mínima variación en mi rutina que haría a su vez un cambio en el sistema y éste podría evolucionar en algo totalmente diferente y no sabemos si catastrófico. El caos.

Los objetos, han puesto el futuro en mis manos, las mismas que me llevé a la cabeza para introducir los dedos en mi cabello húmedo. Me sentí como un caballo de ajedrez en medio del tablero siendo observado por su jugador. Reemplazar el desodorante podría cambiar todo el futuro, “los resultados podrían ser fatales”, pensé. No me parecía justo que me acorralaran de esa manera.

Al cabo de unos minutos alcé la voz “Se acabó, no juego más”, salí del baño y ahí estaba él, al lado del teléfono, ¿cómo había llegado tan lejos? ¿Por qué estaba junto al teléfono? ¿Tenía que comunicarse con alguien?, eso jamás lo sabré. Tomé el desodorante de tapa redondeada azul claro y lo devolví a su lugar, detrás del espejo del baño, junto a sus compañeros a quienes miré con cierta desaprobación: “No me pareció gracioso”, dije mientras cerraba la puertita dejándolos en esa oscuridad imperceptible para ellos. Luego me vestí y empecé a buscar las llaves.

©2008