Billete de veinte

El frío de la mesa de hierro lamía a Amanda cada vez que movía una de sus piernas cruzadas al ritmo de la impaciencia; su padre se había retrasado un poco más de lo normal, tenían por rutina encontrarse en ese lugar cada viernes a las cuatro de la tarde. Amanda miró el reloj en su celular, pensó en llamarlo, pero prefirió ordenar un capuchino caliente y cremoso, mientras disfrutaba del clima y de la hermosa callecita bordeada de árboles.

¡Ya llegará!_ pensó Amanda, mientras revisaba si tenía dinero suficiente para pagar el café. Del enorme bolso sacó su pequeña billetera, pero estaba vacía, registró entre todo el arsenal que su cartera de última moda contenía, pero no había más que labiales, recibos, lápices y envoltorios de caramelo vacíos.

Mientras sus dedos escrutaban por tercera vez su billetera, Amanda se topó con un billete de veinte, origámicamente reducido a un rectángulo escondido en uno de esos pliegues, si no secretos, por lo menos desapercibidos. Amanda respiró tranquila, pues ahora estaba preparada en caso de que su padre no apareciera por el café. Desmanteló la figurita y observó que estaba marcado con su infantil grafía: Amanda, decían las seis letras desalineadas y desproporcionadas hechas con un marcador verde. La chica se sorprendió al ver este vestigio del pasado, cómo había llegado a su billetera, pensó que quizás estuvo ahí durante años y nunca lo notó.

Aunque asumía cierta repugnancia hacia los billetes, porque le parecía que eran como un transporte público para millones de bacterias, acarició las irregulares letras escritas hace tanto tiempo en su infancia y así como las olas traen caracoles a la playa, el pasado arrastró esta evidencia de aquel mediodía, cuando su padre llegó a casa luchando contra la corbata que durante toda la mañana tuvo a su cuello cautivo. Los enormes ojos verdes de Amanda se ensancharon y fue la primera en salir a recibirlo.

Recordó a sus dos hermanos, mayores en edad y en tamaño corriendo tras de ella para desparramarse todos contra los pantalones grises de su padre, quien, por razones proporcionales, era capaz de abrazarlos a todos al mismo tiempo.

Amanda, contorsionaba su cuerpo enredado en el abrazo familiar, para colocarse debajo de las axilas de su padre, era su lugar favorito.

- ¿Quién me va a rascar la cabeza hoy?-

A pesar de las demostraciones de cariño, nadie levantó la mano, ni se ofrecieron a esta tarea y como cada mediodía, los tres chicuelos, empezaban a decidir cuál de ellos se encargaría de acariciar los cabellos grises después del almuerzo.

- Depender de tres niños para dormir bien la siesta – susurró casi sonriendo la Amanda veinteañera mientras encendía un cigarrillo y rememoraba las discusiones de los chiquillos:

_ Yo lo hice ayer, hoy le toca a Tomás_ refunfuñaba la pequeña.

_ Pero yo tengo partido en un rato, mamá me va a llevar después de almuerzo_

_ Te toca a ti Amanda_ sentenció Abraham, el mayor de todos y quien a final de cuentas tenía la última palabra.

La madre los llamó a comer. Amanda odiaba los frijoles y su madre notó sus intenciones por desistir en lo que para la pequeña representaba la ardua tarea de alimentarse, entonces trató de negociar con la niña: - Si te comes toda la comida, te compraré un helado cuando pase el heladero – La chiquilla sonrió examinando la propuesta e hizo un intento por cumplir con su parte; como había tardado tanto tiempo almorzando, los rojos frijoles se habían enfriado. Amanda alzó la cuchara en un acto de valentía y se introdujo los frijoles a la boca, inmediatamente su cara se arrugó. No pasó la prueba, abrió la boca, sacó la lengua y sobre el plato dejo caer la bola de comida masticada. Su madre hizo un gesto de reprobación, tomó el plato y lo llevó a la cocina: - No hay helado tampoco- .

Amanda subió las escaleras, para cumplir el ritual de todos los días: junto con sus hermanos le quitaban los zapatos y las medias a su padre; pero la demora en la mesa del comedor no la dejó participar esta vez, ya los chicos se habían encargado de todo e incluso el padre ya se estaba preparando para reintegrarse al segundo round de la jornada laboral.

En la habitación, la voz de su padre cantando en la ducha se podía escuchar acompañada del agua que caía sobre las baldosas. Sobre la cama sin tender había una maleta negra. Amanda se extrañó de verla pues no sabía que alguien fuera a viajar, se acercó, no estaba cerrada aún, asomó sus ojos pueriles por la hendija y vio que no había ropa en ella. Sus pequeños dedos levantaron un poco la tapa de la maleta, habían muchos billetes, más de los que llegaría a ver en toda su vida, fajos completos, cuidadosamente ordenados unos encima de otros, agrupados con pequeños cinturones de papel blanco. La chiquilla levantó uno de los paquetes para ver qué había debajo y descubrió que sólo había más fajos de billetes.

- Si agarro uno de veinte, papá no se dará cuenta, tiene muchos – pensó. El agua de la ducha dejó de caer y el chillido del grifo se escuchó. Amanda tomó uno de los billetes, salió del cuarto y bajó las escaleras, asustada y feliz, pensando que podría comprar el helado que su madre le había negado.

Bajando por las escaleras, se topó con Abraham, ella ocultó el billete en uno de los bolsillos de su vestido rojo de algodón. Su hermano la tomó por los hombros:

- ¿Qué estás haciendo? –

- Nada – respondió rápidamente.

Él la miró indagador, la pequeña titubeó y consideró compartir el secreto o por lo menos parte de él, con su hermano:

- papá tiene mucho dinero sobre la cama, si tomamos un billete para los dos no se dará cuenta –

Amanda lo miró con complicidad.

- Nadie va a agarrar nada y si lo haces te acusaré – dijo Abraham.

La niña le hizo una fea mueca en respuesta y se marchó. El chico la vigiló durante toda la tarde y puso especial atención cuando la música del carro de helados anunciaba su llegada. Amanda se sabía observada, así que fue al baño (el único sitio seguro) marcó el billete con su nombre y luego lo dobló en muchas partes hasta hacerlo tan pequeño que nadie pudiera encontrarlo, ni siquiera ella misma lo volvió a ver hasta ese día, sentada esperando en el café y allí asombrada de haber recordado aquel episodio de su vida que parecía borrado, entre la nostalgia de revivir la memoria, le surgieron también algunas preguntas que su poca experiencia y su mucha inocencia infantil no llegaron a plantearse en aquel momento, las líneas de su frente se contrajeron y pensó: “¿qué hacía papá con tanto dinero sobre la cama?¿una venta? No recuerdo que hayamos vendido algo tan costoso en aquel tiempo, ni siquiera la casa donde vivíamos era nuestra, sino alquilada y ¿los caballos? No, esos los tuvimos mucho después y de ser así ¿no había en ese tiempo transferencias bancarias? ¿y mi mamá?.

Amanda se formuló así una docena de preguntas y sintió miedo de las posibles respuestas, sacó cuentas mentales que la hicieron advertir que precisamente ésa era la época de mayor auge de los capos del narcotráfico, en seguida discurrió sobre lo rápido que en aquel año creció o apareció la fortuna de su padre.

Amanda retiró la vista del billete y sus ojos tropezaron con la figura de su padre, quien llegó al café, la besó en la mejilla, se acomodó en la silla y subió el codo al espaldar en una postura más relajada. Él conversaba sin parar, aún acelerado por el día. Hablaron de sus labores, sobre la vida de sus hermanos y cosas cotidianas. Después de una hora él miró el reloj, recogió las llaves y la billetera que había colocado sobre la mesa para marcharse.

- ¿Papá? - dijo Amanda mirando el billete que aún sostenía debajo de la mesa.

- Dime- respondió con su melodiosa voz y sus ojos arrugados, pero vivamente atentos. Amanda subió la mirada y se sintió imposibilitada, paralizada y torpe para indagar sobre aquel momento lejano:

- Me dejas pagar la cuenta- dijo finalmente incapaz de poner la duda sobre la mesa.

El padre rió – si me lo pides de esa manera… por supuesto –

Ella colocó el billete sobre el pequeño plato de aluminio.

El mesonero retiró el billete marcado con el nombre de Amanda y lo llevó hasta la caja registradora. La chica lo vio alejarse como si aquel pedazo se fuera entre la espuma del mar, sabía que el billete sería entregado a otra persona y con él la pregunta que no pudo hacerle a su padre viajaría por el mundo en la boca bien cerrada del prócer dibujado en ése papel verde, el cual atesoraba más que el valor del número de 20 impreso en cada esquina, iba impregnado de secreto y seguiría vagabundeando por ahí, por los mismos lugares en los que merodean todos los secretos que resguardan los padres hasta la muerte, en los mismos escondites donde moran los misterios que los hijos atesoran, haciendo una línea insalvable de sacramentos entre una generación y otra, dejando dudas que no quieren ser develadas y corazones contentos.

©2008


Comentarios

Drope ha dicho que…
Muy bien logrado, buena técnica con el motivo exacto.
Davilis ha dicho que…
Me parce un buen escrito, he leído varios y en cada entrega tratas de superarte, que fino que sigas con esto, eres mi heroina, a propósito, Pedro Sánchez es el niño rarito de Valencia=??..

Saludos, te amo.
Davilis ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Nea ha dicho que…
Sabia q eras una buena escitora, pero estos cuentos estan excelentes...muchos exitos! y voy a poner a todo el mundo a leer esto, para volver tus escritos populares en Bogota,,,,por ahora
Ángeles Navarro ha dicho que…
Li, como siempre, ¡estupendo!, me hicistes viajar en el tiempo tambien, a mi papá le encantaba que lo peinaran y a mi mamá que le rascaran la espalda, como fui hija unica por 7 años me lo tuve que currar por mucho tiempo. Y a proposito del ultimo parrafo y las frases celebres, una profesora y mama de dos amigas siempre nos repetía, "Chic@s hay cosas que los padres no queremos, ni necesitamos saber"
Ángeles Navarro ha dicho que…
Li, como siempre, ¡estupendo!, me hicistes viajar en el tiempo tambien, a mi papá le encantaba que lo peinaran y a mi mamá que le rascaran la espalda, como fui hija unica por 7 años me lo tuve que currar por mucho tiempo. Y a proposito del ultimo parrafo y las frases celebres, una profesora y mama de dos amigas siempre nos repetía, "Chic@s hay cosas que los padres no queremos, ni necesitamos saber"
Cordovita Moreno ha dicho que…
Gracias Pedrugs...por visitar mi blog.
Davilis, pedro no es el niño rarito de Valencia, es el niño rarito de MAracay...kakaka.
Nea, no entiendo, eres la de Matrix? donde está Trinito? en todo caso, Welcome to the real world... muaaaaax
Caramelo te puedo decir Candy? jajajaja como dijera nuestro querido Roger: "osea jelou, me tapo un ojo me tapo el otro y nada que ver"... que cómico que a ti también te tocaba esa tarea...pero que risa que dices que te lo tenías que currar? sola XD, yo por lo menos tenía a Jacobo ;)... oye que sabia tu profesora y mama de tus amigas.. . hay cosas que los hijos tampoco queremos, ni nos interesa saber de nuestros padres, para nosotros siempre serán: San José y la Virgen, la mula y el buey XD...
Un beso para todos y un placer tenerlos por acá
Giacomo ha dicho que…
vaya hermanita,, que momentro mas tenso¡ le preguntaria o no? actuar, porque la vida es esta, y no quiero saber y no quieres saber, pero amanda?? es decir, no lo querra saber luego, una vez que el switch se paso la duda siempre quedara...

radiografia de nuestra vida, gracias.
Ángeles Navarro ha dicho que…
Marica, no me nombres a Candy, mira que yo tengo un trauma con eso, la bruja de mi mamá no me dejaba verla. Ahora bien, ¿por qué me vas a decir Candy? Mira que yo no tengo referentes de esa comiquita, tendras que explicarmelo
Cordovita Moreno ha dicho que…
Hahahaha, menos mal que me llamaste para decirme que caiste en cuenta! que no te lo decia por la comiquita sino por caramelo en ingles... asi te sentirias de mal!!!hahahahahaha... ademas que rico que me llamaste...he pasado todo el dia feliz por eso!.
mmmmmmm te puedo decir lalabell?XD
Anónimo ha dicho que…
Maru dice:
Lili
Maru dice:
que bueno tu cuento
Maru dice:
el billete de veinte
Maru dice:
está genial
www.conticuentos.blogspot.com dice:
de verdad te gusto?]
Maru dice:
si
Maru dice:
mucho, ese y el de la abuela son los mejores, para mí claro
www.conticuentos.blogspot.com dice:
jajhaja
www.conticuentos.blogspot.com dice:
puedes copiar y pegar eso y me dejas commentasrio?
ww.conticuentos.blogspot.com dice:
es que me gusta que me dejen comentarios sorry
Cordovita Moreno ha dicho que…
KAKAKAKAK QUE RATA!!!
Anónimo ha dicho que…
Otro que me gusta mucho.
Especialmente el desenlace, el último párrafo.
Hay verdades que es mejor no conocer nunca. ¿Ojos que no ven corazón que no siente? A veces SÍ.

Un saludo!!
steppenwolf ha dicho que…
Rotar es un perfume
en la sonrisa de un niño
que espera en silencio
el eterno girar...

así vi en un (pseudo)poem la niñez...y así como un niño que crece me sentí al leer este cuento...sentí como comemos del árbol del saber y perdemos la inocencia...está muy bien escrito (no es que los otros no)...pero el ritmo es muy natural, a pesar de que tiene excelentes imágenes y de que entremezcla recuerdos...me gusta...
Anónimo ha dicho que…
Me ha encantado el cuento, posee la esencia de un pequeño clásico. Algo así como un VW Escarabajo de la literatura:p

Una atmosfera que evoca aquello que no todos hemos tenido, pero sí la mayoría... un billete de 20! No, infancia quice decir.

Sigue así hermosa Lilian, compartiendo tu talento con tus fieles seguidore! Dios salve a Lili!!!
Cordovita Moreno ha dicho que…
Hola Rober un honor tenerte por estos lados ;)
Wolf..me encanta ese fragmento... tienes toda la razón a veces seguimos siendo niños con menos inocencia incluso ...aunque me parece que los grandes a veces somos màs inocentes que los niños de ahora :S
Oscar XDDDDD que cómico XDDDDDDD
Anónimo ha dicho que…
Amiga crazy:
jaja lei el del billete
y como que mi Papa tambien era narco ajjaja
recorde una vez que le robe uno de 500 era un dineral.. tenia pacas y pacas en el closet
Lilian dice:
jajajajajajajajajajajajaja...nooooooooo...que c'omnico
Amiga crazy:
pero yo lo gaste ahiiiii mismito.jaja a mi hermano lo cacharon y casi lo matan
Lilian dice:
en serio?????
Amiga crazy:
como 8 años... y lo de rascarse la cabeza ahhhhhhhhhh era un drama
Lilian dice:
jajajajajajaja nadie queria
Amiga crazy:
habia que pasarle el cepillo de una manera pa q durmiera.. era como pretexto para sentir cariño q se yo
Amiga crazy:
pues si.. nadie
luego uno crece y todo eso se va olvidand0.Estuvo bonito.. pense q la chama le iba a pregunatr a la final prefirio seguir con su heroeeeee. Estuvo bien bonito.. es ligero y se me hizo corta la historia
Amiga crazy:
como describes me gusto tambien... luego le comento jaja asi es como mucho compromisssssssssss jaja pero me gusto y la foto esta de pinga
Andrés Schmucke ha dicho que…
Excelente, sin palabras...

Abrazo
Anónimo ha dicho que…
Lilia, lilia... q vamos a hacer contigo Lilia... Yo d pequeño recuerdo robado a mi maestra 1 moneda de 50cents. Al llegar a casa logicamente Maritza m pregunto d donde habia salido aquello y al no responder la "coñiza" q m dieron fue bella. Siempre la recuerdo con mucho cariño. Los correazos d mi madre m enseñaron el valor de la honestidad... Ah soy Roger pero no m acuerdo d mi contraseña...
Cordovita Moreno ha dicho que…
Hola Andrés!! que bueno tenerte por acá "vivo", sé que la Gran Caracas está llena de peligros y aventuras XD...
Roger "los correazos de mi madre y el valor de la honestidad" jajajaj muy bueno...es asiiii
Francisco Pereira ha dicho que…
Bravo! bello relato, que bien, me agradó el cambio de tiempo, muy sutíl. Aprate que me recordó la llegada de mi padre a la casa y esa imagen de meter la cabeza en la axila... jejeje, fantastica. Pero más aún el final, donde los ecretos se llevan hasta el final, a la tumba.

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